Enrique Gorriarán Merlo, el mercenario de la revolución sandinista
Un argentino aficionado a las armas terminó por convertirse en uno de los asesinos más célebres de los sandinistas. Entre sus víctimas se encuentran Pablo Emilio Salazar y hasta el mismo Anastasio Somoza Debayle, el último de la dinastía.
Créditos
Pablo Emilio Salazar llegó a una casa en Tegucigalpa, Honduras, para visitar a su amante, Miriam Barberena. Es diez de octubre de 1979. Hace casi tres meses, Salazar era mayor de la Guardia Nacional, la cual fue derrotada por los sandinistas y muchos de sus miembros tuvieron que huir del país.
Salazar se había ido a Miami con su esposa y sus hijas, pero luego regresó a Centroamérica con dos furgones cargados de ayuda para los exguardias que salieron hacia Guatemala, El Salvador y Honduras. Pero también tenía otros planes para los que venía hablando con Anastasio Somoza Debayle, el dictador derrocado quien ya estaba exiliado en Paraguay.
Los planes eran reunir a los exguardias y formar una guerrilla para combatir a los sandinistas que se habían hecho con el poder el 19 de julio de ese año, y para ello, Salazar llegaba a establecerse a Honduras.
En la casa donde llegó a visitar a su amante, en el reparto Miradores de Loarques, también lo esperan otras tres personas. Un argentino a quien le llamaban “El Gato” está armado en el patio. Es el encargado de dar asistencia por si la misión se le complica al “Pelao”, otro argentino que está escondido detrás de una pared con un arma calibre 22.
Salazar toca la puerta. Barberena abre y lo recibe efusivamente a sabiendas de que será la última vez que verá a su amante con vida. Es parte de la emboscada. Salazar termina de entrar a la casa y en ese momento sale el argentino que está detrás de la pared de la sala, pone su pistola sobre la cabeza de Salazar y dispara a secas.
El cadáver de Salazar fue encontrado cuatro días después. Sus asesinos lo habían dejado debajo de la cama. Así lo contó el argentino Jorge Massetti en 2001 al diario La Prensa. Massetti es un guerrillero que colaboró con los sandinistas en la guerrilla y en los años ochenta y que conoció de primera mano esta operación ejecutada por Enrique Gorriarán Merlo, “El Pelao”, el hombre que dio el tiro de gracia a Pablo Emilio Salazar.
El asesinato de Salazar fue la primera operación de la Dirección General de la Seguridad del Estado (DGSE), de la cual Gorriarán Merlo fue interrogador y después pasó a trabajar en inteligencia. Él también fue el artífice del asesinato de Anastasio Somoza Debayle en Paraguay y llegó a convertirse en una especie de sicario por excelencia de los sandinistas en los años ochenta.
Se había unido al Frente Sandinista en mayo de 1979 y combatió en el Frente Sur con la guerrilla. Años atrás había salido de su natal Argentina porque la dictadura militar de Jorge Videla empezó a buscarlo para aniquilarlo por ser uno de los principales jefes de la guerrilla de su país que se mantenía con vida.
Gorriarán Merlo (centro derecha) junto a otros guerrilleros del ERP en los setenta.
En medio de su huida contactó con los sandinistas para apoyarlos a derrocar a Somoza y terminó por convertirse en uno de los principales verdugos de la Seguridad del Estado de los años ochenta.
Marxismo
Enrique Haroldo Gorriarán Merlo nació en Buenos Aires, Argentina, el 18 de octubre de 1941. Creció en el barrio San Nicolás como el hijo mayor que tuvo el comerciante Asencio Gorriarán con Irma Beatriz Merlo.
En su infancia y adolescencia se dedicó a los estudios hasta que, en 1958, el gobierno argentino dio permiso para que funcionaran los colegios privados y esto generó protestas de sectores que estaban en desacuerdo.
Gorriarán Merlo cuando era niño.
Para entonces, Gorriarán Merlo estaba en cuarto año de la escuela y participó en movilizaciones, revueltas y algunas tomas de colegios. Debido a esto fue expulsado de su escuela y tuvo que continuar sus estudios en la ciudad de Pergamino donde conoció a Luis Pujals, un joven de izquierda que años más tarde lo integraría en la lucha revolucionaria.
Pujals militaba en una organización llamada Palabra Obrera y le hablaba a Gorriarán del marxismo, pero él todavía no estaba interesado en temas ideológicos. Lo que sí le interesaba era la lucha por las desigualdades sociales, la pobreza y demás problemáticas que terminaron por llevarlo a militar en movimientos de izquierda.
Tiempo después, a inicios de los años sesenta, Gorriarán entró a la universidad a estudiar Arquitectura, pero después se pasó a Economía. Ahí se reencontró con Pujals y este trataba de convencerlo de que se uniera a su organización.
Para esos años, el cubano Fidel Castro visitó Argentina, poco tiempo después de la revolución cubana. En un discurso habló sobre la dependencia de América Latina con Estados Unidos, y luego se produciría la invasión a la Bahía de Cochinos, en un intento por derrocar a Castro en Cuba. Ese hecho generó solidaridad con la isla y con Castro en varios países y es cuando Gorriarán empieza a tener interés en la izquierda y el marxismo.
A Gorriarán le tocó hacer servicio militar en Argentina y ahí nuevamente se encontró con Pujals quien vio menos resistencia al marxismo por parte de Gorriarán y empezaron a ver la posibilidad de apoyar a la revolución cubana. Para entonces, Palabra Obrera se fusionó con el Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP) y así nació el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), al que se unió Gorriarán.
Fue en este partido que Gorriarán Merlo le empezó a tener gusto a las armas. En 1967 fue seleccionado para recibir entrenamiento junto a otros nueve hombres para que se sumarían a la guerrilla de Ernesto “Che” Guevara, en Bolivia.
Gorriarán Merlo junto a sus hijas Adriana y Cecilia y su ex esposa Ana María Sívori.
El argentino cuenta en su libro Memorias de Enrique Gorriarán Merlo: de los setenta a La Tablada que lo primero que le enseñaron fue a armar y desarmar una pistola calibre 45 y cuando dominó esa tarea, lo pusieron a hacerlo con los ojos vendados. También entrenó con pistolas y rifles de aire comprimido.
Tras varias semanas de entrenamiento, el grupo no fue enviado a Bolivia porque el Ejército de ese país ya había capturado y ejecutado al Che Guevara, sin embargo, a Gorriarán Merlo le quedó la afición por las armas.
Para los años setenta, Gorriarán Merlo empezó a ser uno de los jefes del Ejército Revolucionario del Pueblo (EPN) y protagonizó varios hechos sangrientos en su país y se convirtió en uno de los jefes importantes de esa guerrilla.
En 1971 fue detenido en la ciudad de Córdoba y para agosto de 1972, Gorriarán estaba en el penal de Rawson junto a más de 100 guerrilleros del ERP, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), y de los Montoneros.
El ERP y las FAR se aliaron para organizar una fuga de todos los guerrilleros detenidos, la cual se llevó a cabo el 15 de agosto de 1972. El plan era hacer un motín y que los presos se tomaran el penal a donde los llegarían a traer en dos camiones y una camioneta para llevarlos al aeropuerto de Trelew y abordarían un avión hacia Chile.
El plan no salió como se esperaba. Ni la camioneta ni los camiones llegaron por los presos, si no que solo un vehículo pequeño en el que se fugaron seis de los altos jefes guerrilleros, incluido Gorriarán Merlo. Los llevaron al aeropuerto y el avión salió hacia Chile.
Gorriarán Merlo se reintegró a sus labores en la guerrilla, hasta que el 19 de julio de 1976, la dictadura militar de Videla empezó a aniquilar a varios jefes guerrilleros y cuando ya quedaban pocos, Gorriarán se convirtió en el hombre más buscado de Argentina.
Para que no lo mataran, tomó la decisión de irse a Europa por un tiempo. Estuvo entrando y saliendo de Argentina hasta que en mayo de 1979 se unió a la guerrilla del Frente Sandinista en Nicaragua, un mes antes del triunfo de la revolución.
Nicaragua
Gorriarán Merlo ya sabía de los sandinistas desde 1972 cuando conoció a Carlos Fonseca Amador en Cuba. Fonseca, fundador del Frente Sandinista, vivía en la isla desde que en 1970 fue liberado de una cárcel de Costa Rica.
“Me llamó la atención, además de su humildad y su amplio dominio sobre la historia y la idiosincrasia de los pueblos de Nicaragua y Centroamérica, el optimismo que reflejaban sus palabras respecto a un triunfo futuro, que él descontaba”, contó Gorriarán sobre Fonseca, varios años después de aquel encuentro.
Gorriarán Merlo llegó a Cuba nuevamente en 1978 y entró en contacto con Jacinto Suárez, quien fungía como representante del Frente Sandinista. Viajaron juntos a Etiopía para conmemorar la revolución de ese país y en medio de las conversaciones que tuvieron, se habló de la posibilidad de que el argentino se uniera a la guerrilla que combatía a Somoza en Nicaragua.
En octubre de ese año, los sandinistas lanzaron la ofensiva final para sacar del poder a Somoza, pero esta no dio resultados positivos. Sin embargo, en enero de 1979, iniciaron ataques más certeros y solicitaron apoyo a grupos guerrilleros de otros países para la insurrección.
Gorriarán estaba en Barcelona cuando supo que los sandinistas necesitaban apoyo. Él junto a los argentinos Jorge Massetti, Manuel Beristain, Hugo Irurzún, Roberto Sánchez y otro identificado como Ricardo partieron hacia Nicaragua.
Sandinistas con pancartas de Gorriarán Merlo y de Hugo Irurzún, alias Santiago, durante la celebración de la revolución sandinista en 2007. Archivo: La Prensa
El 5 de mayo de 1979 llegaron a Peñas Blancas, en la frontera sur con Costa Rica. Ahí estaban las tropas sandinistas y sin haberse bajado del vehículo que los llevó hasta ese lugar, les ordenaron que se refugiaran en las trincheras porque la Fuerza Aérea de Somoza estaba lanzando un bombardeo contra su posición.
“Ese fue el cordial recibimiento que nos dio Somoza”, escribió Gorriarán Merlo en sus memorias.
El argentino fue ubicado en Sapoá en donde estuvo hasta la tarde del 19 de julio de 1979. Ese día, Gorriarán y los demás argentinos partieron en camiones hacia Managua y llegaron a la capital en la madrugada del 20 de julio. Los llevaron directamente al búnker de Somoza, en la Loma de Tiscapa y ahí se reunieron con los altos mandos sandinistas.
En los siguientes días, se creó la Dirección General de la Seguridad del Estado (DGSE) y Gorriarán Merlo fue asignado como interrogador y entre sus primeras labores estaba tratar y torturar a los guardias que fueron detenidos en julio de 1979 para después llevarlos a los Tribunales Populares Antisomocistas (TPA).
Luego pasó a formar parte de la Inteligencia de la Seguridad Estado y su trabajo estaba enfocado en averiguar la manera en que se estaba creando la Contrarrevolución. Para esos días, Gorriarán Merlo empezó a tener más interacción con Lenín Cerna y Renán Montero, y entre los tres fijaron como objetivo militar a los que estaban detrás de la conformación de la Contra: Pablo Emilio Salazar y Anastasio Somoza Debayle
Asunción
Además de Pablo Emilio Salazar, mejor conocido como Comandante Bravo, Miriam Barberena tenía un amorío con Gorriarán Merlo. Esta mujer fue detenida por los sandinistas el 19 de julio de 1979 por delatar a guerrilleros sandinistas ante la Guardia Nacional.
Massetti contó a La Prensa en 2001 que la mujer acordó con los sandinistas ayudarles a ubicar a Salazar, pero a cambio de que le perdonaran haber delatado a guerrilleros, que le dieran dinero y una casa para su mamá en León.
Con ayuda de Barberena, Gorriarán Merlo interceptó las llamadas que ella tenía con Salazar y se dieron cuenta que el exmayor tenía la intención de agrupar a los exguardias que estaban en Honduras, Guatemala y El Salvador para derrocar a los sandinistas. Entre los contactos con los que hablaba Salazar, estaba Anastasio Somoza Debayle, quien ya se encontraba exiliado en Paraguay.
“La operación es muy sencilla porque Bravo llega solo a la casa. El Gato (otro de los argentinos) está parapetado en la parte de afuera de la casa, en un patiecito, y Gorriarán está oculto en una segunda pared. Cuando el hombre toca la puerta la mujer lo recibe como si fuera la amante, lo hace pasar, y El Pelao le pone la pistola en la cabeza y le da el tiro. Luego, lo arrastran, lo meten debajo de la cama y se van tranquilos”, contó Massetti.
Tras el asesinato de Salazar, Gorriarán Merlo, junto a Lenín Cerna y Renán Montero comienzan a planear el asesinato de Anastasio Somoza Debayle. Según el argentino en sus memorias, los nueve comandantes del Frente Sandinistas estuvieron de acuerdo en que se matara a Somoza debido a que “estaba operando directamente con algunas fuerzas internas de Nicaragua y de ahí obteníamos buena parte de la información. Somoza homogeneizaba la fuerza, coordinaba y garantizaba el financiamiento de los primeros contingentes de la contrarrevolución que empezaba”.
Para esta tarea se conformó un grupo de 12 personas. Todos argentinos y todos a cargo de Gorriarán Merlo con quienes viajó a Asunción, la capital paraguaya para hacer labor de inteligencia y acabar con la vida de Somoza.
Los primeros en llegar a Asunción fueron Manuel Beristain y una mujer, en febrero de 1980, y en abril llegaron Hugo Irurzún (Santiago) y Claudia Lareu. A finales de ese mismo mes llegó Gorriarán Merlo con otra mujer, seguidos por Roberto Sánchez y los demás miembros del comando.
El grupo completo alquiló una casa y a su dueño le dijeron que sería para el cantante español Julio Iglesias y que un grupo de personas estaría trabajando en el lugar para cuando llegara el artista. Al dueño le pidieron discreción para que no se divulgara su presencia en el lugar.
Una de las mujeres del grupo fue la que implementó una estrategia para dar con la casa de Somoza. Se subió a un taxi y pidió que la llevara a una peluquería que quedaba a una cuadra de la casa de Somoza. El taxista no sabía dónde quedaba, así que se detuvo en una comisaría policial y un agente le dijo: “Queda en la Avenida España”.
Los argentinos comenzaron a rondar esa calle hasta que finalmente Roberto Sánchez logró identificar a Somoza a bordo de un Mercedes Benz. El comando de argentinos después contrató a un hombre que trabajaba en kiosco de revistas para que vigilara y les avisara cuando pasara Somoza.
Durante casi 20 días, Somoza no dio señales de vida en el lugar, hasta que el diez de septiembre de 1980, el hombre del kiosco les avisó que había pasado nuevamente. Los argentinos se prepararon para que, cuando recibieran nuevamente la señal, salieran a ejecutar la misión.
El 17 de septiembre, el hombre del kiosco volvió a dar la señal. “Blanco, Blanco”, le dijo a los guerrilleros por radio porque el Mercedes Benz en el que iba Somoza era de ese color.
Gorriarán Merlo salió a la calle y al ver el auto de Somoza venir de frente, dio la señal de disparar la bazooka. Él mismo lo contó así al diario El País. “El Gordo (Roberto Sánchez) se acomodó con la camioneta y cortó el tránsito, pero escuché un ruido y cuando me di vuelta vi a Santiago (Hugo Irurzún) en el suelo. El cohete había fallado, no había salido de la bazooka y él estaba cambiándolo”.
El Mercedes Benz le quedó de frente a Gorriarán así que junto a Roberto Sánchez comenzaron a dispararle. Los custodios de Somoza se bajaron, pero no pudieron hacer mucho para protegerlo.
“Comencé a disparar. Primero sobre el chofer, al que le hice un solo disparo para detenerlo, y luego sobre Somoza y su acompañante, a quien le tiré tres o cuatro veces. Observé que los disparos penetraron sin dificultad. Disparé tiro a tiro, y cada disparo hacía que el cuerpo de Anastasio Somoza se moviera”, relató Gorriarán a El País.
En medio del tiroteo, Gorriarán se quedó sin municiones y Sánchez tuvo que enfocarse en los custodios él solo. Ambos guerrilleros regresaron a la casa. Gorriarán tomó una ametralladora y cuando se disponía a salir con ella para enfrentar a los custodios, vio que Hugo Irurzún ya tenía listo el cohete.
“Desde la puerta de la casa disparó con la bazooka sobre el vehículo. El cohete aniquiló el auto. Los custodios dejaron de disparar. Todo esto sucedió en cuestión de segundos”, recuerda Gorriarán en sus memorias.
El Mercedes Benz de Somoza quedó destrozado y su cadáver con varios disparos. Los guerrilleros huyeron del lugar y todos a excepción de Irurzún lograron salir de Paraguay.
A Irurzún lo capturó la policía paraguaya y su cuerpo fue presentado un día después con señales de tortura. Gorriarán Merlo, por su parte, regresó a Nicaragua trece días después del asesinato de Somoza.
La Tablada
Tras la caída de Jorge Videla en Argentina, Gorriarán Merlo empezó a frecuentar su país y regresaba a Nicaragua por algunas temporadas. En 1983, creó el Movimiento Todos por la Patria (MTP) con el cual se dedicó a las actividades políticas hasta 1989 cuando atacó un cuartel del Ejército, supuestamente para abortar un intento de golpe de Estado en contra del presidente Raúl Alfonsín.
Esa madrugada del 23 de enero de 1989, Gorriarán lideró a 45 militantes de su movimiento que intentaron tomarse el cuartel de La Tablada, cerca del municipio La Matanza, en Buenos Aires.
El ataque dejó 29 muertos y 13 detenidos, según las cifras del Ejército argentino, aunque Gorriarán aseguró que fueron 43 muertos, 32 del MTP y 11 militares. Luego, volvió a salir de Argentina para evadir la justicia que lo requería por su accionar en La Tablada.
Para el 25 de febrero de 1990, Gorriarán Merlo se encontraba en México con Miriam Barberena. Esa noche se acostó tarde porque estaba atento a los resultados de las elecciones en Nicaragua, en las cuales Daniel Ortega perdió y los sandinistas tuvieron que entregar el poder.
Entre 1990 y 1995 estuvo llegando por temporadas a Nicaragua para visitar a sus hijas Adriana y Cecilia. Él se había establecido en Chiapas, México, en donde sirvió como entrenador militar del Ejército Zapatista, hasta que el 28 de octubre de 1995 fue detenido y deportado a Argentina para que respondiera por los hechos en La Tablada.
Gorriarán Merlo fue condenado a cadena perpetua y estuvo en huelga de hambre porque decía que había irregularidades en su juicio.
Mientras estaba en prisión, Tomás Borge y Daniel Ortega llegaron a visitarlo. Para entonces, Ortega estaba en la oposición, pero hizo gestiones para que el gobierno argentino lo liberara.
“Ya avanzada la huelga (de hambre), Daniel Ortega viajó desde Nicaragua para vernos y tratar de hacer las gestiones posibles ante el gobierno argentino. Vino no solo a título personal, sino que también traía la palabra del Frente Sandinista”, relata Gorriarán en sus memorias.
Gorriarán Merlo en huelga de hambre cuando estaba en prisión en Argentina. Archivo: Magazine
El guerrillero argentino recuperó su libertad hasta en mayo de 2003 porque el presidente Eduardo Duhalde le otorgó un indulto. Apenas se supo de su libertad, Daniel Ortega lo invitó para que llegara a Nicaragua a celebrar el aniversario de la revolución sandinista, pero el gobierno de Enrique Bolaños le negó la entrada al país el 8 de julio de 2003.
Después de eso, Gorriarán Merlo no volvería a Nicaragua nunca más. Murió el 22 de septiembre de 2006, cuatro meses antes de que Daniel Ortega regresara al poder. La causa de su muerte fue un aneurisma.