La historia de resistencia del diario La Prensa
La Prensa ha sobrevivido a terremotos, bombardeos, asesinatos, cárcel, confiscaciones, censura, destierro y más. Desde Moncada, pasando por Sacasa, la dinastía somocista y los sandinistas en los ochenta, hasta Daniel Ortega en estos días. Todos han querido acabar con el rotativo, pero ninguno ha podido.
Realidades.
Créditos
La Prensa ha escrito 97 años de la historia de Nicaragua con tinta, pero la historia de este periódico ha sido escrita con sangre, sudor y lágrimas. Ha sobrevivido a terremotos, el asesinato de su director, censura, bombardeos y justo en este momento, resiste la confiscación de sus instalaciones y el exilio de toda su redacción.
“Nos hemos tenido que reorganizar en el exilio, pero orgullosamente podemos decir que no hemos dejado de informar un solo minuto a través de nuestro sitio web”, dice Eduardo Enríquez, el jefe de redacción del periódico más antiguo de Nicaragua al cual le ha dedicado los últimos 23 años de su vida y que no había vivido tiempos tan oscuros para hacer periodismo como el actual.
Daniel Ortega hizo con La Prensa lo que ningún Somoza, ni los sandinistas en los ochenta se atrevieron a hacer: confiscar el edificio y la maquinaria con la que se imprime el periódico. Fue en agosto de 2021. En una tarde digna de viernes 13, cuando la Policía asaltó las instalaciones, ejecutó el cierre del diario y encarceló al gerente general Juan Lorenzo Holmann.
Los periodistas del rotativo continuaron trabajando de manera clandestina hasta julio de 2022, cuando la Policía realizó una cacería contra todos los colaboradores de La Prensa. Dos conductores fueron detenidos y el resto de trabajadores, tuvo que salir al exilio.
A pesar de ello, el medio de comunicación continúa informando desde su sitio web honrando las palabras que dijera antes de morir el exdirector del periódico, Jaime Chamorro Cardenal: “si nos cierran, vamos a volver a abrir”.
Así ha sido La Prensa desde que nació en 1926. Casi todos los gobernantes han querido silenciarla, pero ninguno ha podido hasta la fecha.
Primeros años, primeros ataques
La historia de La Prensa inició el 2 de marzo de 1926 cuando su primera edición salió al público. Había sido fundado por Gabry Rivas y los hermanos Enrique y Pedro Belli, quienes suscribieron la sociedad anónima llamada Compañía Talleres Gráficos LA PRENSA, con un capital de cinco mil córdobas de la época, que era el precio de la maquinaria con la que se imprimieron aquellos primeros periódicos.
En 1928, Adolfo Díaz Ortega compró las acciones de Enrique Belli y luego las vendió a Ernesto Solórzano Díaz, quien a su vez, compró la parte de Gabry Rivas. Al siguiente año, Pedro Belli también vendió sus acciones a Solórzano y quedó como dueño único por un tiempo, hasta que en 1930, Pedro Joaquín Chamorro Zelaya compró el 50% de las acciones.
Para 1932, Chamorro Zelaya se convirtió en el dueño único del rotativo y desde entonces ha estado bajo la propiedad y dirección de sus descendientes.
Desde aquellos primeros años, La Prensa ya era víctima de los poderosos. En 1929, Adolfo Díaz Ortega, uno de los codueños del rotativo, fue expulsado del país junto a nueve periodistas por el entonces presidente José María Moncada. La razón fueron las críticas que hacía Díaz en el periódico sobre el abuso de poder del mandatario. Díaz estuvo desterrado hasta el día de su muerte.
El presidente Juan Bautista Sacasa fue quien ordenó el primer cierre por asuntos políticos de La Prensa en 1933 y el siguiente año también fue cerrado por la Guardia Nacional para impedir que se informara sobre el asesinato del general Augusto C. Sandino.
Revolución, pueblo y oligarquía: una reflexión sobre la revolución sandinista
Para 1940, Anastasio Somoza García ordenó un cierre de tres días y el encarcelamiento de Pedro Chamorro Zelaya. La línea editorial de La Prensa no cambió. Siguió criticando a Somoza y denunciando sus vejámenes hasta que la Guardia Nacional intervino en las instalaciones el 29 y 30 de junio de 1944 y confiscó todas las ediciones que estaban a punto de imprimirse.
El 21 de septiembre de 1956, el asesinato de Somoza García provocó que su hijo, Luis Somoza Debayle, desatara una cruenta cacería en todo el país, en la cual se ocupó militarmente a La Prensa y varios periodistas del diario fueron encarcelados, incluido el director Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.
Para entonces, La Prensa se ubicaba en la calle El Triunfo. Había empezado siendo una pequeña casa de taquezal con dos puertas, una sala y un patio trasero entechado donde funcionaba el taller para imprimir el periódico. La sala de redacción era una habitación donde había cinco redactores escribiendo con lápiz y papel sobre una mesa rústica, y que luego le entregaban sus notas a un corrector que posteriormente tecleaba a dos dedos en una máquina de escribir Underwood.
Esa casa se vino abajo el 31 de marzo de 1931, con el terremoto de 6.0 en la escala de Richter que azotó la capital. Toda la maquinaria con la que se imprimía el periódico se pudo recuperar y tres meses después, el periódico pudo ser impreso nuevamente.
Un segundo terremoto, el 23 de diciembre de 1972, hizo que todo el edificio se viniera abajo y la rotativa con la que se imprimía el periódico quedó destruida. La Prensa volvió a ver la luz hasta el primero de marzo de 1973. Ese día, el dictador Anastasio Somoza Debayle al enterrarse que el periódico saldría nuevamente dijo con despecho: “No es más que un pedazo de papel”, según relata Jaime Chamorro Cardenal en su libro Entre dos dictaduras.
Desde esa fecha, La Prensa se imprimía desde un nuevo edificio, ubicado en el kilómetro cuatro y medio de la Carretera Norte. Ahí quedaba el periódico hasta el 13 de agosto de 2021 que Daniel Ortega ordenó el asalto y la confiscación de las instalaciones.
El golpe más duro
La censura y los ataques contra el rotativo continuaron bajo el régimen de Luis Somoza y el de su hermano Anastasio Somoza Debayle. Este último, entre 1973 y 1977 ejecutó censura contra La Prensa a través de suspensiones, cierres temporales, cárcel, multas y juicios contra los dueños, editores y periodistas.
Pero el golpe más fuerte que ha recibido La Prensa en su historia fue el asesinato de su director Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, el 10 de enero de 1978, por parte de sicarios que le dispararon cuando iba en su vehículo rumbo a su oficina. ¡Mandaron a asesinarlo!: tituló La Prensa en esa ocasión.
Desde que asumió la dirección del periódico, Chamorro Cardenal había estado detenido en al menos cuatro ocasiones. Primero, en abril de 1954, después de que un plan para emboscar a Anastasio Somoza García fracasara y él fuera condenado a dos años de cárcel.Después en septiembre de 1956, tras el asesinato de Somoza García.
Luego salió al exilio en 1957 y regresó a Nicaragua en 1959 en una incursión armada conocida como Olama y Mollejones, la cual fracasó y él terminó siendo capturado. Durante un juicio sería declarado como “traidor a la patria” y condenado a nueve años de prisión, pero fue liberado en 1960 por una amnistía.
En 1967, Chamorro Cardenal sería detenido nuevamente tras la masacre del 22 de enero, en que la Guardia abrió fuego en contra de una manifestación opositora a Somoza. Fue liberado en marzo de ese mismo año . Ninguna de esas encarceladas pudo doblegarlo y para callarlo, tuvieron que matarlo.
Para La Prensa, el asesinato de Pedro Joaquín fue el golpe que casi acaba con ella, recuerda su hermano Jaime Chamorro Cardenal. “En ese momento yo creí que iba a acabar La Prensa porque él era como el alma, pero seguimos”, comenta.
El asesinato de Pedro Joaquín fue tan impactante que desencadenó una serie de sucesos que minaron el poder de Anastasio Somoza Debayle y mientras su dictadura se caía en pedazos, el 11 de junio de 1979, La Prensa sufrió el último y más destructor ataque por parte del somocismo.
En medio de enfrentamientos que sostenía la Guardia Nacional con la guerrilla del Frente Sandinista, Somoza Debayle envió tanques y aviones a que bombardearan las instalaciones del periódico. Todo quedó en ruinas y la rotativa sufrió graves daños, pero La Prensa volvió a circular el 16 de agosto de 1979 con el titular: “Los enterrados fueron ellos”.
Los sandinistas
Irónicamente, los sandinistas declararon Mártir de la Libertades Públicas y Héroe Nacional a Pedro Joaquín Chamorro Cardenal en 1980, pero su periódico y sus ideas fueron perseguidas en ese entonces y hasta estos días.
En toda la década de los ochenta, La Prensa sufrió varios cierres y censura por parte de los comandantes sandinistas y el 25 de junio de 1986, el gobierno ordenó un cierre indefinido que duró hasta el 1 de octubre de 1987, es decir más de un año silenciada.
En 1990, las cosas cambiaron para el rotativo, pues la viuda de Chamorro Cardenal, Violeta Barrios, asumió la presidencia del país y empezaría una época de oro para la libertad de prensa en el país. Eso terminó en 2007, con el regreso de Daniel Ortega al poder.
“Desde que Ortega regresó al poder en 2007 lo primero que hizo fue ordenar que no hubiera publicidad estatal para los medios independientes, particularmente para La Prensa”, explica Eduardo Enríquez, quien recuerda que meses después de asumido el poder, Ortega dio a conocer su política de comunicación, la cual era negar la información pública a los periodistas independientes.
De acuerdo a Enríquez, con el gobierno de Ortega empezó una nueva etapa de amenazas y ataques personales contra periodistas, hasta que estalló la crisis política de 2018 y el régimen, a través de las autoridades aduaneras, comenzaron a retener el papel, tinta y demás insumos necesarios para la impresión del periódico.
Ana Chamorro de Holmann, actual propietaria de La Prensa, recuerda que fue gracias a gestiones del nuncio apostólico Waldemar Stanislaw Sommertag que el régimen de Ortega decidió liberar los insumos al periódico, los cuales estuvieron retenidos por más de 500 días. Meses después, Ortega volvió a retener el papel hasta que el 12 de agosto de 2021, el rotativo anunció que no podía continuar con su versión impresa.
El día siguiente, agentes aduaneros acompañados por la Policía asaltaron las instalaciones del periódico y tras varias horas revisando las bodegas y la información contable, el gerente general, Juan Lorenzo Holmann, fue detenido y La Prensa quedó en manos del régimen de Ortega.
“No hay ningún delito que se haya cometido y que justifique esta confiscación”, resalta Eduardo Enríquez mientras recuerda que La Prensa prácticamente había quedado en bancarrota y con las cuentas bancarias congeladas. Para sobrevivir, el rotativo se vio obligado a recortar el personal y varios periodistas quedaron en desempleo.
Once meses más tarde toda la redacción se vio obligada a salir al exilio por la persecución estatal. “Nunca había existido una represión a como la hay ahora contra La Prensa. Que hayan tenido que salir los periodistas a como salieron no había sucedido ni en tiempos del régimen de Somoza, ni con la primera dictadura sandinista”, señala Enríquez.
Juan Lorenzo Holamnn y los dos conductores que fueron detenidos en 2022 finalmente fueron desterrados y despojados de su nacionalidad el 9 de febrero de este año, y por lo cual permanecen exiliados en Estados Unidos.
Hasta la fecha, nadie en La Prensa sabe cuándo será que se pueda emitir nuevamente una versión impresa del periódico. Lo único claro, y que sus directivos aseguran, es que el rotativo llegará a los 100 años desde su sitio web resistiendo los embates de cualquier dictadura.