El fracaso político de la oposición nicaragüense
A seis años de iniciada la crisis, las flaquezas de la oposición son cada vez más notorias y sus consecuencias catastróficas.
Créditos
Ya han transcurrido más de seis años desde que inició la crisis sociopolítica en Nicaragua; y la actual oposición nicaragüense ha sido derrotada estrepitosamente. Para ser exacto, no existía una oposición política en Nicaragua desde antes de 2018.
Probablemente algunos recordaran aquel fallo de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) en 2016 que despojó a Eduardo Montealegre de la representación del partido Alianza Liberal Nicaragüense (ALN) y, posteriormente, la Asamblea Nacional, destituyó arbitrariamente a los 28 diputados de esta bancada. Esa fue la última ocasión que formalmente la oposición tuvo incidencia en un poder del Estado a través de un partido político.
La Iglesia Católica -como garante del primer diálogo en 2018- intentó construir una representación política opositora ante la ausencia de una. A lo largo de estos años se fue reacomodando y segregando esa representación política en nuevas agrupaciones cada vez más excluyentes y menos representativas.
Una sociedad antidemocrática
La transición política de 1990 fue una transición fallida y, como consecuencia, nuevamente el país está cerca de otro colapso. Los pactos y componendas entre los partidos políticos, las reformas constitucionales o las leyes marcos que violaban la constitución, la corrupción o los fraudes electorales son algunos de esos elementos que fueron degradando la poca institucionalidad del país. Para aquellos que dicen que “antes estábamos bien y no nos dábamos cuenta”, lamento informarles que el país estaba mal. Si el país hubiese estado bien no estaríamos ante la instauración de una nueva dictadura dinástica.
La sociedad nicaragüense no tiene una cultura democrática y esa falta de experiencia democrática nos hizo creer que la ausencia de una guerra y una cierta estabilidad política, social y económica era democracia. No profundizamos o fortalecimos nuestra democracia porque asumimos erróneamente que ya no era posible la instauración de una nueva dictadura o que a cambio de un cierto desarrollo económico podíamos prescindir de ciertas libertades.
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Más de alguna vez hemos escuchado algunas frases en nuestro circulo de conocidos: “a mí la política no me da de comer”, “robó, pero hizo algo”, “la política es para los ladrones” o “Dios pone y quita reyes”. Estos dichos populares demuestran la ausencia de una cultura democrática en la sociedad nicaragüense y la importancia de participar en la política y cómo ésta afecta la vida pública y privada de las personas. Hoy estamos pagando las consecuencias de desentendernos de la política.
La sociedad nicaragüense puso poca resistencia a la paulatina concentración de poder y la degradación de la institucionalidad democrática por parte del FSLN. La mayoría de los nicaragüenses priorizaron sus necesidades inmediatas. Pero sería injusto señalar esto como la única causa de la apatía a la política entre los nicaragüenses. Los partidos políticos tampoco lograron formalizar un programa político para resolver los problemas estructurales del país, incluso, los partidos políticos, pactaron con el FSLN para sobrevivir políticamente y fueron parte del desmantelamiento institucional. Una vez el FSLN controló todos los poderes del Estado procedieron a negociar con el gran capital para legitimar su proyecto político en el exterior; porque los partidos opositores ya no tenían apoyo popular.
Una oposición antidemocrática
Una sociedad antidemocrática, por consiguiente, no es capaz de formar partidos políticos democráticos si quienes constituyen el partido no defienden y asumen valores democráticos (tal y como ocurre actualmente con la oposición formada a raíz de la crisis de 2018). El error que cometen muchos opositores es suponer que la dificultad para reestructurar a la oposición nicaragüense es debido a las diferencias ideológicas. En mi opinión resulta irrelevante ser de izquierda o de derecha si un grupo determinado tiene como propósito imponer sus ideas y tener una posición privilegiada en un hipotético nuevo gobierno. El problema de la división o atomización de la oposición es solo un reflejo de la ausencia de una cultura democrática.
No olvidemos cómo la Alianza Cívica por la Democracia y la Justicia (ACJD) incumplió sus acuerdos y alianzas con otras organizaciones políticas para interponer sus intereses -como ocurrió cuando se separó de la UNAB y luego con la Coalición Nacional-. Esa relación asimétrica entre la ACJD y las demás organizaciones políticas opositoras también se pudo observar cuando negociaron exclusivamente con el gobierno en 2019. Entonces, resulta evidente que el problema a lo largo de estos años en la oposición no ha sido ideológico, sino el incumplimiento de los acuerdos y, por supuesto, por intereses individuales o de grupos que aspiran a gobernar el país bajo su visión.
Managua, Nicaragua. 25/02/2020. Coalición Nacional lee y firma proclama oficializando sus estructuras y alianzas con otros partidos politicos. Los firmantes fueron Jesús Tefel, Medardo Mairena, Carlos Tünnerman, Saturnino Cerrato, Luis Fley, María Haydé Ozuna y George Henríquez Cayaso. Foto:Oscar Navarrete/LAPRENSA.
Esa ausencia de valores democráticos induce a estas personas y grupos a incumplir sus propias reglas o utilizarlas para excluir a sus adversarios políticos. No es exagerado afirmar que, así como gestionan sus diferencias estando en la oposición de la misma manera gobernarían el país. Es falso que yéndose Ortega a la mañana siguiente viviremos en democracia y que el problema es Ortega y el sandinismo. La historia política de Nicaragua solo en el siglo XX estuvo marcada por golpes de Estado, intervenciones militares o revoluciones armadas que desembocaron en dictaduras. Nos toca construir nuestra democracia y evitar como sociedad que en el futuro se instaure otra dictadura en Nicaragua.
No quiero dejar pasar el oportunismo político de algunos -como es el caso reciente de Monteverde- de minimizar el problema del país a un asunto ideológico. Estoy seguro que es solo una excusa para ocultar la incapacidad de la oposición para ponerse de acuerdo, respetar y hacer cumplir los acuerdos, y convertirse en una opción política capaz de aspirar al poder.
No es la primera vez que se ha utilizado como excusa estas separaciones para supuestamente redefinir posturas y fortalecer la unidad e identidad de las organizaciones opositoras. Todas esas separaciones han fracasado y ésta no será la excepción. Les recuerdo que la ACJD, UNAB, CN o la alianza ACJD y CxL fueron esos supuestos esfuerzos para fortalecer a la oposición y los resultados están a la vista de todos. Lo único que van a lograr es polarizar aún más a una sociedad ya dividida por la violencia que impera e impone Ortega en Nicaragua.
Termino con esta frase de unos de más grandes científicos políticos del Siglo XX, Giovanni Sartori:
“Yo me empeño en creer que antes que nada tiene que ser “cultura”; que serlo de izquierda o de derecha no agrega nada al valor de la verdad de un conocimiento; y que un conocimiento falso sigue siendo falso aun cuando con oportunismo lo revistamos de negro, rojo o blanco”.